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Siempre nos quedará Portugal

Las plácidas vacaciones van discurriendo a ritmo ralentizado. Uno trata de detener el tiempo, aunque es inevitable evidenciar que pasa de forma vertiginosa. El siguiente destino es el Algarve portugués. Un largo viaje desde Madrid atravesando la bellísima Extremadura que me gusta hacerlo disfrutando del mismo, sin horas prefijadas de llegada, dejándote llevar. Siempre que hago la Ruta de la Plata, suelo parar en la histórica ciudad de Trujillo. Es un monumental municipio cacereño que te transporta en el tiempo y te permite evocar épocas pasadas y alimentar ensoñaciones. Prácticas, que para mi son consustanciales al viaje.

En Trujillo tengo un lugar de referencia para reparar fuerzas y descansar del viaje. Es el restaurante La Cigüeña. Se trata de un establecimiento, honesto como pocos, donde sabes que lo que pidas va estar compuesto de un producto excelente y muy bien tratado. En esta ocasión me decanté por un refrescante gazpacho de ajo con bolitas de melón y las imprescindibles chuletillas de cordero que bordan.

El viaje continua. Casi si darte cuenta te encuentras sumido en la vecina Portugal. Paisajistamente es una extensión de Extremadura hasta que te vas adentrando en este adorable país, del que tenemos muchas cosas que aprender, entre otras cosas la amabilidad con la que tratan al visitante y el excelente servicio que prestan en todos, absolutamente todos sus establecimientos hosteleros. El paisaje va cambiando a medida que avanzas por el Alentejo. Es una de mis regiones preferidas en las que alcornoques, encinas, viñas y olivos se entremezclan conformando un escenario natural, bello y relajante. En pleno corazón del Alentejo se encuentra el bello enclave de Alvito en cuyo castillo reconvertido en Posada me alojé.

La Villa de Alvito fue conquistada a los árabes en el siglo XIII. Su castillo data de finales del siglo XV y tiene inspiraciones manuelinas, góticas y mudéjares. Es un lugar delicioso dotado de jardines y donde ofrecen una gastronomía muy ligada a la zona.

Probé precisamente dos excelentes platos muy representativos de la cocina alentejana. Un sopa de tomate con un huevo escalfado, que podríamos asociar nosotros a un pisto y un ensopado de Borrego. Este último plato data del siglo VIII, está inspirado en la civilización musulmana, y se ofrece en la actualidad de la misma manera que hace trece siglos.

Disfrutar de esos platos y tomarte un brandy al fresco en la terraza del patio de armas despreciando el tiempo y disfrutando de un cielo desamueblado, como decía Josep Plá, y al mismo tiempo estrellado, no tiene precio.

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