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Mi vendimia casera en el anochecer

«Con suelas y vino se hace el camino», dice el refranero, así que en casa siguiéndolas buenas costumbres hemos vendimiado la parra para ir haciendo camino.

Una de las épocas que más me entusiasma es la de la vendimia. La considero una exaltación de la naturaleza, de vida, en toda su expresión, me parece que tiene algo de mágico y me gusta hacerla al anochecer.

Esa parra que durante el verano me da sombra y cobija mis comidas y cenas en familia y  amigos, empieza de repente a llorar, para transformar ese chispeo en uvas. Esas uvas que con la intuición experta de los enólogos, de los grandes bodegueros se transforman en caldos, en vinos, que seguro nos acompañaran y  sellaran los grandes momentos de nuestras vidas.

Tengo la suerte de disfrutar de una parra, que por cierto tendría que cuidar más y este año el calor del día y el frio de las noches ha hecho que sea muy fructífera. He tenido una gran cosecha.

Ya es tradición en casa que cuando las uvas están listas para comer organicemos una vendimia casera en la que pongo a mis amigos y familia cesta y tijera en mano a cortar las uvas.

Venero la parra, la vid y las vendimias y la mía me llena de orgullo. He tenido varios intentos hace años con algunos vecinos hacer vino, el primero se convirtió en un vinagre estupendo y el segundo en una especie de clarete un tanto amargo y decidí que ese no era el camino adecuado para mis uvas y mientras encuentro a un druida que sea capaz de convertirlas en vino bebible, organizo todos los años, una cena con amigos y todos a vendimiar, tengo hasta de moscatel y os aseguro que están buenísimas.

Son perfectas para preparar unas migas, zumos y para un buen postre con quesos.

Para la cena tras la vendimia del anochecer he preparado un costillar adobado con todo tipo de especias, acompañado de buenos vinos, muy reponedor para tan arduo trabajo.

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