Restaurantes

Coque y Valduero, la fusión perfecta

Gustan las generosas hermanas Yolanda y Carolina Garcia, cabezas visibles ambas de los cada vez más prestigiosos vinos Valduero, de reunirnos a un nutrido grupo de colegas de profesión para dar rienda suelta al disfrute gastronómico y a la siempre enriquecedora tertulia periodística sobre la convulsa actualidad que vivimos.

Coque y Valduero, la fusión perfecta

Coque y Valduero, la fusión perfecta

En esta ocasión no han podido elegir un lugar más apropiado, el madrileño restaurante Coque de los hermanos Sandoval , Mario, Diego y Rafael que han sabido conformar ese establecimiento coral tan difícil de lograr en el que cada uno de ellos da consistencia a cocina, sala y bodega. Tres sensibilidades, como ellos mismos reconocen, que de forma armoniosa se ponen siempre al servicio de la emoción del comensal.

Son muchas las similitudes que definen a los Sandoval y a las hermanas García. El origen humilde y la herencia recibida de sus padres les confieren a todos ellos una personalidad llena de valores. Poseen bases muy sólidas y desde ellas han sabido evolucionar hasta alcanzar altas cotas de calidad y de excelencia. No es de extrañar que los vinos Valduero se estén posicionando entre los mejores del mundo y que Coque sea uno de los restaurantes en estos momentos con mayor proyección nacional e internacional. Todos ellos han demostrado una gran inquietud a la hora de mejorar año tras año y una enorme capacidad de emprendimiento. La autenticidad define nítidamente cada uno de los pasos que han ido dando ambas familias.

El Navideño menú que compartimos a golpe de elogios y diatribas periodísticas fue una perfecta conjunción de sensaciones procedentes de los excelsos vinos y los no menos logrados platos. Con el espléndido Albillo Blanco Valduero 2019, el 1 Cepa 2016, Reserva 2014, 6 años 2012, el Gran Reserva 2011 o el sublime 1 Cepa Premium 2009 maridamos guisantes lágrima, un sabrosísimo guiso de trufa melanosporum y especialidades de Coque como la Pularda de Navidad, una costilla de vaca rubia gallega glaseada o el insuperable cochinillo lechón con su piel crujiente lacada. Platos, sin innecesarias florituras consagrados al sabor, que demuestran la innegable progresión de un restaurante que se ha quedado como uno de los pocos referentes que permanecen en la capital exponente de la más alta restauración.

Por lo degustado, la calidez de los anfitriones y el prestigio de los invitados hayamos disfrutado de un encuentro que ha servido para expandir afectos y emociones en estos tiempos tan complicados.

 

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