Restaurantes

Los milagros existen en La Cruz Blanca de Vallecas

El título del presente post, responde a un grupo de watshapp creado por la vivaz María Jesús Puebla con el objetivo de lograr juntar a un grupo de viejos amigos afectados por la dispersión que nos imponen las inevitables circunstancias vitales. Tras meses de vanos intentos y después de cambiar un sinfín de veces de fecha, finalmente logró que se obrara el milagro.

La noche del pasado miércoles Lorenzo Díaz, Pepe Domingo Castaño y su mujer Tere, Maribel, viuda del añorado Cristino Álvarez y la escritora y sumiller neoyorquina Maha Akthar, nieta de la mítica Anita Delgado, esposa del Maharajá de Kapurthala, mi inseparable Loles Silva y un servidor, nos dimos cita en uno de los lugares más frecuentados en estos momentos en Madrid, “La Cruz Blanca” de Vallecas.

El lugar no estaba elegido al azar. Su propietario y alma mater, Antonio Cosmen a través de sus logrados platos y la calidez humana que atesora, ha logrado hacerse con una clientela fiel, que va desde el Rey D. Juan Carlos a visitantes que llegan de cualquier parte del mundo. Todos vamos atraídos por uno de los servicios más honrados que uno puede tener en un establecimiento madrileño.

En el parámetro calidad precio hay pocos lugares tan recomendables. Cosmen, un inmenso trabajador que no duda en acudir cada día a las seis de la mañana a Mercamadrid en busca del mejor producto, tiene el don de elaborar con acierto un amplio repertorio del recetario patrio. Aunque su auténtica especialidad es su logrado cocido, premiado por el Club de Amigos del Cocido Madrileño, es capaz de mantener un alto nivel en la elaboración de fabadas, callos o rabo de toro. Por no hablar de una original fusión entre la paella y el cocido, un arroz con ropa vieja que merece la pena que algún día probéis.

En una plácido atardecer vallecano que disfrutamos en la cuidada terraza veraniega del establecimiento, Don Antonio nos obsequió con unas deliciosas croquetas elaboradas con sobras del cocido, unos calamares que sobresalían por su excelente fritura, una refrescante ensalada de verdinas y por supuesto otra de las especialidades de la casa, el conejo al ajillo, un plato típicamente madrileño, habitual de los clásicos merenderos distribuidos por toda la ciudad desde tiempos inmemoriales.

La puesta de sol adornaba más el marco de una reunión que discurrió entre los afectos sinceros que profeso por este singular grupo de amigos y las placenteras sensaciones gustativas que nos iban dejando los platos de nuestro querido Antonio.

Se agradece una figura en el panorama gastronómico como él, que rezuma humildad y que de una franquicia ha logrado una singularidad poco habitual de encontrar. Como díce Lorenzo Díaz : “No es lo mismo triunfar en Sunset Boulevard, que en Vallecas”. Antonio lo ha conseguido con su buen hacer, su esfuerzo, el cariño y la generosidad con la que trata más que a clientes, a amigos.

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