Restaurantes

Montserrat Fontané, la guardiana de las esencias

Llevo muchos años profesando una sincera admiración por los hermanos Roca, por Joan, Josep y Jordi, ese trió coral capaz de hacer de El Celler de Can Roca, uno de los mejores restaurantes del mundo, sino el mejor. Es difícil, muy difícil aglutinar tres inconmensurables talentos en un mismo establecimiento. Pero mucho más complicado aún es logar que tanto derroche de virtudes se complemente de forma extraordinaria para la satisfacción del cliente.

Montserrat Fontané y José Ribagorda

A ese talento del que tantas veces hemos hecho referencia, se suman los valores que transmiten los tres hermanos al unísono. Tampoco es nada fácil atesorar tantas dosis de humildad y de sencillez cuando se está en el olimpo culinario recibiendo, a diario, todo tipo de reconocimientos y parabienes. Los Roca tienen interiorizados esos valores porque se los han inculcado desde niños. Y en eso, estoy seguro, ha tenido mucho que ver el entorno familiar, en concreto la madre, Doña Montserrat Fontané, a quien he tenido el privilegio de conocer en una reciente visita a Girona.

Visité el primigenio bar donde, seguro correteaban los Roca de niños y donde con cola en la puerta se siguen sirviendo menús diarios a escasos doce euros. Y disfruté de una extraordinaria comida en Can Roca, el restaurante anexo a la antigua casa de comidas, donde Joan, Josep y Jordi, cimentaron su meteórica carrera en los fogones.

Doña Montserrat, donde sus hijos y el equipo del Celler acuden a comer a diario cuando sus compromisos se lo permiten, me confesó el orgullo que siente por sus hijos. Su personalidad rezuma amabilidad y autenticidad.

A su edad, cada mañana se enfunda el delantal para hacer las delicias de una clientela fija que gusta de deleitar su paladar con los guisos y los platos de siempre. El día en cuestión, el menú incluía fabes catalanas, estofado de patatas, conejo a la brasa o un rape a la marinera, entre otras suculentas sugerencias. Cocina de todos los tiempos, en la que se relativiza el tiempo físico en beneficio de esos lentos cocinados que desafían la apresurada lógica de estos tiempos de inmediatez absoluta.

Un honor y un verdadero placer haberla conocido Doña Montserrat. Ahora entiendo mucho mejor porqué sus hijos son lo que son y como son.

 

 

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