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Zamora, eternamente Zamora

Cada vez más, uno se mueve a golpe de afectos. La vida es un discurrir, apacible en vacaciones, en el que vas eliminando elementos perniciosos y aferrándote a las certezas. Una de ellas son las personas que tienes la suerte de conocer, proporcionándote bienestar y enriqueciéndote con su mero contacto. Es lo que me pasa con el arquitecto Paco Somoza y su mujer Ana de la Peña. En innumerables ocasiones os he hablado de ellos. Su magnetismo es tal, que nunca prescindo de visitarles en Zamora, donde residen, para disfrutar de su grandeza interior.

Paco nunca deja de sorprenderme. En esta ocasión quiso enseñarme una cuidada exposición, en cuya organización ha colaborado, en la que se conmemoran los 120 años del periódico decano de la ciudad, La Opinión El Correo de Zamora.

Una magnífica oportunidad para recordar el periodismo impreso de los dos últimos siglos y su evolución con el paso del tiempo. La muestra recoge desde antiguas linotipias, cámaras fotográficas, antiguas máquinas de escribir, viejos ordenadores y laboratorios fotográficos a portadas que marcaron una época y fotografías que describen a la perfección la historia de la ciudad y los acontecimientos que han podido marcarla.

Un excepcional trabajo que me sirvió para recordar mis inicios en el periodismo, cuando la ilusión por este bendito oficio nos desbordaba a los que empezábamos allá por los años ochenta.

Con Paco y Ana, mis visitas a Zamora siempre tienen mucho de instructivo. Siempre sales culturalmente reforzado y fortalecido emocionalmente con su grata compañía. Una compañía que solemos celebrar en torno a la mesa. Lasal, de mí querido admirado Rubén Becker, es nuestro sacrosanto lugar para disfrutar de la mejor gastronomía, sin duda que ofrece la ciudad. Cada año veo a Rubén más afianzado, más cocinero.

Sus platos sencillos son verdaderos tratados de identidad y verdad gastronómica. Por nuestra mesa, entre animada y sentida conversación desfilaron desde una de sus últimas creaciones, unos deliciosos blinis con foie, a sabrosos tomates, atún de costera escabechado, presa ibérica en su punto y entrecot de ternera sin maduración alguna que se deshacía en la boca, plena de sabor. Todo ello acompañado por uno de los mejores vinos de Toro, el Díscolo, proyecto vinícola en el que participa también Somoza.

Me gusta pasear por Zamora, tapear, degustar una tortilla en salsa en el Chillón, por ejemplo, a la sombra de una sombrilla en una angosta calle zamorana. Me gusta empaparme de románico con las sabias palabras rememorativas de Paco. Escuchar el trabajo que ha hecho y saber de sus proyectos….

El colofón a nuestras siempre placenteras visitas a Zamora lo ponemos siempre en el Chivo de Morales de Toro, donde el chispeante Agustín Gamazo nos contagia de vida y nos premia con el inconmensurable sabor de los pescados que tan magistralmente elabora junto a su madre Maribel Martin y tan bien sirve en la sala su hermana Fátima. Gastronomía familiar, de la mejor tradición familiar.

Zamora va quedando atrás. Deseando ya volver a visitarla. Siempre en el recuerdo, siempre en el anhelo de volver a descubrirla.

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