Gastronomía en 5

El jamón ibérico, una delicia que no falta en la mesa de Navidad

Uno de los regalos más típicos de esta Navidad es el jamón ibérico, un producto cuya calidad depende en gran medida de la genética y de la alimentación del animal. Desde principios de noviembre hasta finales de febrero,  los ejemplares de raza pura ibérica van a montanera, la última fase de la crianza que consiste en dejarlos pastar libremente en la dehesa. Los ibéricos viejos van a la dehesa con 18 meses para alimentarse solo de lo que da el campo: bellotas y hierba. Además en este hábitat recorren 14 kilómetros diarios.

No todos los ibéricos son iguales, por este motivo se les diferencia por las bridas, así se puede distinguir cual es de recebo y cual es de bellota. Otro truco para comprobar la calidad es tocar las pezuñas del animal; los que se han criado en libertad tienen las almohadillas más desgastadas.

Después del sacrificio, los cuatro primeros meses en el secadero son clave para obtener un producto de calidad. Tras el proceso de lavado y salazón, el jamón tiene que adaptarse poco a poco a la temperatura de la bodega natural. Es un proceso largo y artesanal.

Para conservarlo es importante  colocar la pezuña hacia arriba y utilizar un cuchillo de hoja larga para quitar la grasa y otro estrecho y flexible para cortar las lonchas para que no se oxide, hay que eliminar sólo la grasa de la zona que se va a consumir. Con esa misma grasa hay que hidratarlo para después taparlo con un paño hasta la próxima degustación.

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